lunes, 30 de mayo de 2016

Carmen Castro: "gracias a Dios no perdimos nada."

Carmen es una mujer de la tercera edad, vive en el cantón Jipijapa de la provincia de Manabí. Conversar con ella es repetir un hecho doloroso, que dejó cuantiosas pérdidas, tanto materiales como humanas. Como la gran mayoría de manabitas, Carmen fue espectadora y y testigo de una de las más grandes tragedias a las que el Ecuador se haya enfrentado.

El terremoto del pasado 16 de abril dejó a su paso muerte y destrucción. Carmen, tras una vida entera de duro trabajo como docente, goza de una merecida jubilación. Ese sábado era una de esas tantas señoriales tardes manabitas  y el ocaso le brindaba paso al anochecer. "Portoviejo está a media hora de aquí y se cayeron edificios, gracias a Dios acá no hubo hechos que lamentar". Y es que Jipijapa fue uno de los cantones que no sufrió pérdidas a diferencia de sus vecinos Manta y Portoviejo donde el panorama post-terremoto es desolador. Paradójicamente el cantón jipijapense cuenta con construcciones residenciales muy antiguas, casi patrimoniales, las estructuras de caña y madera sobrevivieron ante tal destructivo fenómeno.

"Mi casa se balanceaba y no sabía en que rato se derrumbaba" afirma Carmen y no exagera. Su residencia es una construcción de madera y cemento, pero el pasar de los años sin duda han dejado su huella. Es una grata sorpresa que a pesar de las réplicas este tipo de construcciones sigan en pie, evitando así más perjudicados.

"Fue un momento de angustia, primero por los interminables segundos que duró el terremoto y luego porque las líneas telefónicas colapsaron y no podía comunicarme con mis hijos en Quito", es uno de tantos testimonios de desesperación, pero en este caso, con un final alentador pues Carmen no sufrió pérdidas de ningún tipo. Debido al intento simultáneo de miles de ecuatorianos por contactarse con sus familiares, las operadoras colapsaron y se hizo imposible establecer cualquier llamada.

Carmen cuenta que este fenómeno sin presendentes , sorprendió a más de uno. "A mi sobrino Simón le cogió el temblor en plena calle, y desde ahí no se recupera del susto", relata mientras sus manos denotan a simple vista un vida entera de trabajo, su cabello aún cuidado deja ver algunas canas que se escapan al tinturado, y su piel morena y extrañamente con pocas arrugas muestran un rostro expresivo al momento de compartir este corto testimonio...


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