Carmen es una mujer de la tercera edad, vive en el cantón Jipijapa de la provincia de Manabí. Conversar con ella es repetir un hecho doloroso, que dejó cuantiosas pérdidas, tanto materiales como humanas. Como la gran mayoría de manabitas, Carmen fue espectadora y y testigo de una de las más grandes tragedias a las que el Ecuador se haya enfrentado.
El terremoto del pasado 16 de abril dejó a su paso muerte y destrucción. Carmen, tras una vida entera de duro trabajo como docente, goza de una merecida jubilación. Ese sábado era una de esas tantas señoriales tardes manabitas y el ocaso le brindaba paso al anochecer. "Portoviejo está a media hora de aquí y se cayeron edificios, gracias a Dios acá no hubo hechos que lamentar". Y es que Jipijapa fue uno de los cantones que no sufrió pérdidas a diferencia de sus vecinos Manta y Portoviejo donde el panorama post-terremoto es desolador. Paradójicamente el cantón jipijapense cuenta con construcciones residenciales muy antiguas, casi patrimoniales, las estructuras de caña y madera sobrevivieron ante tal destructivo fenómeno.
"Mi casa se balanceaba y no sabía en que rato se derrumbaba" afirma Carmen y no exagera. Su residencia es una construcción de madera y cemento, pero el pasar de los años sin duda han dejado su huella. Es una grata sorpresa que a pesar de las réplicas este tipo de construcciones sigan en pie, evitando así más perjudicados.
"Fue un momento de angustia, primero por los interminables segundos que duró el terremoto y luego porque las líneas telefónicas colapsaron y no podía comunicarme con mis hijos en Quito", es uno de tantos testimonios de desesperación, pero en este caso, con un final alentador pues Carmen no sufrió pérdidas de ningún tipo. Debido al intento simultáneo de miles de ecuatorianos por contactarse con sus familiares, las operadoras colapsaron y se hizo imposible establecer cualquier llamada.
Carmen cuenta que este fenómeno sin presendentes , sorprendió a más de uno. "A mi sobrino Simón le cogió el temblor en plena calle, y desde ahí no se recupera del susto", relata mientras sus manos denotan a simple vista un vida entera de trabajo, su cabello aún cuidado deja ver algunas canas que se escapan al tinturado, y su piel morena y extrañamente con pocas arrugas muestran un rostro expresivo al momento de compartir este corto testimonio...
Un sábado cualquiera, un fin de semana de diversión para unos, de descanso para otros. El día pasó sin más y la noche cayó, con la llegada del ocaso un movimiento sísmico alteró la aparente tranquilidad de la población hasta que luego de casi un minuto cesó.
Terminado este acontecimiento hubo diferentes reacciones, para los habitantes de la capital ecuatoriana lo acontecido no era sino uno más de tantos temblores carentes de repercusiones; así era la realidad, un país que observaba desastres naturales ajenos y se sentía afortunado por vivir en un lugar donde la naturaleza era muy tranquila.
Pasaron los minutos, los medios locales y nacionales no se manifestaron y hasta el momento lo acontecido parecía eso: un movimiento leve y nada más. Casi una hora después a través de las redes sociales empezó a circular una fotografía, misma que relataba la verdadera magnitud de lo acontecido: un edificio colapsado en Portoviejo, capital de la provincia de Manabí.
Primera fotografía del terremoto en Portoviejo, Manabía. Fuente : internet.
La indignación ante la indolencia y pasividad de los medios de comunicación nacionales no se hizo esperar, la población ecuatoriana se había enterado de la magnitud del fenómeno natural a través de las redes sociales, específicamente de medios internacionales y fue precisamente por esta vía que los ecuatorianos supieron del siguiente desastre: un puente se derrumbó en Guayaquil, principal puerto nacional.
Puente de la avenida de las Américas en Guayaquil. Fuente: Internet.
Ante la inminente catástrofe, los medios reaccionaron y salieron al aire para transmitir lo ocurrido. Las alianzas estratégicas entre canales locales y nacionales, sumado a la información que circulaba en redes sociales dejaba al desnudo la realidad, el número de fallecidos y desaparecidos aumentaba a medida que el tiempo transcurría. El poder de semejante desastre ya había sido identificado: un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter había dejado a su paso un devastador desenlace en el norte de la provincia de Manabí y parte de la provincia de Esmeraldas.
Ante las limitaciones de la noche, no quedó más que esperar al siguiente día y prepararse para el peor de los escenarios. Con la luz de un nuevo día, la angustia y los malos presagios se convirtieron en realidad al observar el desolador panorama. Ya los reporteros se encontraban en el lugar de los hechos, y tras muchas horas de viaje podían transmitir la realidad. El 80% de Pedernales, un puerto turístico manabita, había sucumbido ante este fenómeno sin precedentes.
Imagen de Pedernales luego del terremoto. Fuente: Internet.
Pero este no fue un hecho aislado, el mismo escenario se repetía en la mayoría de los asentamientos de la provincia de Manabí y parte de Esmeraldas. Edificios, casas, carreteras y resignación eran el panorama preponderante. Pero ante este escenario los ecuatorianos demostraron que la solidaridad es una faceta que los define perfectamente. Centros de acopio en las principales ciudades, que no se vieron afectadas mayormente, se vieron llenos de personas que llevaban víveres y ropa en gran cantidad; el número de donaciones llegaba en tal cantidad que las manos para organizar y receptar empezaron a faltar. Militares, vigilantes de tránsito, policías y bomberos también se hicieron presentes para aportar en el rescate y recuperación de cuerpos. La unión y solidaridad hacían un perfecto contraste ante la desesperanza, incertidumbre y resignación de quienes lo perdieron todo.
Las donaciones no se hicieron esperar en los lugares de acopio. Fuente: internet.
La ayuda internacional no se hizo esperar, rescatistas especializados de Chile, México y otras partes del mundo arribaron al país de la mitad del mundo para aportar su grano de arena en la construcción de tal empresa. Pero luego del rescate de sobrevivientes y la recuperación de cuerpos la pregunta directriz era: ¿qué es lo siguiente?. Para las personas que vivieron el desastre en carne propia y sobrevivieron para ver un día más de vida, no era adecuado sentarse a esperar por donaciones al largo plazo; para la economía ecuatoriana tampoco lo era.
Un grupo de rescatistas después del terremoto de Ecuador. Fuente: internet.
El presidente de la República, Rafael Correa, hizo un anuncio en el cual se establecían algunas reformas resultado de la situación. Entre las más debatidas el alza del IVA (impuesto al valor agregado) del 12 al 14%: había quienes tachaban la medida como oportunismo y nada más.
El 16 de mayo, a un mes del desastre, medios de comunicación rendían una suerte de homenaje y reseña de algo que nadie, en especial las víctimas, quería remembrar. Pero como recordatorio de la fuerza de la naturaleza y de cuan pequeño es el hombre, un temblor esta vez menos potente, sacudió la madrugada ecuatoriana.
Pero la interrogante sigue en el aire, la re-activación económica es urgente e imperativa, pero ¿cómo lograrlo? este fenómeno llegó en un momento de recesión, escenario en el que países que dependen del petróleo, como el Ecuador, pasan por horas bajas. Un cambio es necesario, uno en el que las facilidades para la inversión extranjera se haga presente, en donde el Ecuador forme parte de alianzas estratégicas y acuerdos comerciales. Curiosamente a casi un poco más de un mes del terremoto, un reportaje de la BBC de Londres informaba que, entre los países con más facilidades de inversión y negocios extranjeros de latinoamérica se encontraban los países de la Alianza del Pacífico, México, Chile, Perú y Colombia, en ese orden, más Costa Rica; era los destinos más solicitados para acuerdos internacionales. Tal ves el informe llegó en un momento oportuno, como una suerte de señal o llamada de atención, en el que nuestro país necesita un impulso para la re-activación económica,
Ecuador, país situado en el cinturón de fuego del Pacífico, a pesar de esta peligrosa ubicación geográfica, no ha sido considerado un país sísmico, al menos así la historia lo ha demostrado.
Los ecuatorianos siempre no hemos considerado afortunados por no experimentar situaciones similares a las de Japón y Chile, lugares donde la actividad sísmica es muy común y terribles movimientos telúricos han causado pérdidas de enormes proporciones.
Pero el sábado 18 de abril de 2016, la naturaleza demostró cuan vulnerable y al mismo tiempo soberbia es la humanidad. Un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter azotó la costa norte ecuatoriana.
Las donaciones no se hicieron esperar, mostrando una nueva faceta del ecuatoriano: la solidaridad. Pero la cuestión es ¿qué viene después? los damnificados no pueden ni deben vivir esperanzados de las donaciones internacionales y locales, un plan de re-activación económica es más que necesario.
Es pertinente platear diversas alternativas para que el escenario de destrucción quede atrás poco a poco y, algunas alternativas sean planteadas. El Ecuador es considerado una potencia turística, sin embargo las frías estadísticas demuestran que nuestro megadiverso país ocupa las últimas posiciones en latinoamérica, en cuanto a ingresos por turismo se refiere.
Se deben platear propuestas, por medio de investigación y entrevistas especializadas a expertos en el tema, que sirvan de alternativa para sacar provecho del potencial turístico infraexplotado de nuestro país.
La instrumentalización de recursos teóricos como la agenda setting, intruyen a las grandes empresas comunicacionales a dar espacio a temas de interés general, pero solo hasta que ese mismo interés se vaya desvaneciendo o en su defecto, otros tópicos lleguen.
La primicia tuvo un lugar en cada medio, pero pocos han dado espacio para las propuestas de reactivación económica. Es importante tratar este tema de manera profunda, aislada y en mediano y largo plazo, pues este tipo de procesos son muy largos.
Es por tales motivos que es menester abordar esta temática, que paulatinamente está saliendo del interés colectivo, pero que tiene que ser abordada de manera especializada y sistemática.